Una de las dificultades para la consolidación de un proyecto de nación era que postura de gobierno se iba a establecer en el país.
La manera en que Iturbide se comportó como emperador dejó un mal sabor de boca en casi todos los actores políticos; a partir de entonces, las posturas favorables a la monarquía serían silenciadas. Los políticos decidieron que la república era la mejor forma de organizar el país y aunque también surgieron diferencias en torno al tipo que sería más conveniente, lo cierto es que desde entonces la república ha sido la forma de gobierno predominante en México.
Posturas para la consolidación de un gobierno
República federal y República centralista
A partir de la década de 1820, dos posturas entre los republicanos para la consolidación dominaron el debate político: una que apoyaba una república federal, con unos estados fuertes, y otra que prefería un gobierno central con suficiente poder para imponer orden en el país. Los partidarios del federalismo argumentaron que la independencia de España debía incluir también la autonomía de las regiones respecto al centro del país. Por su parte, los centralistas buscaban conservar las instituciones que los últimos reyes españoles establecieron a fines del siglo XVIII para limitar la autonomía de las regiones.
Etapas de gobierno en México
Gobierno federalista
Aunque los republicanos federalistas triunfaron en 1824, casi desde ese momento sus adversarios intentaron establecer una república centralista con un Poder Ejecutivo fuerte y, por lo tanto, con los estados y el Congreso en posición subordinada. Ese conflicto fue haciéndose cada vez más intenso en los años siguientes hasta que, entre 1834 y 1835, la mayoría de las élites políticas decidió eliminar la república federal.
Gobierno centralista
En 1836, el Congreso elaboró una nueva constitución que suprimió la soberanía de los estados (los cuales se llamaron «departamentos»), redujo su poder político y económico, y les prohibió organizar ejércitos locales. Casi de inmediato, Zacatecas, Texas y Yucatán declararon su independencia.
Sin posibilidad de llegar a acuerdos incluso entre los propios centralistas, en 1843 se promulgó una Constitución todavía más dura en cuanto a los principios de este grupo político. Para entonces, la situación política en el país era incontrolable, pues los federalistas no dejaban de organizar insurrecciones y planear golpes de Estado, y pronto comenzó la guerra contra Estados Unidos de América.
Gobierno federalista
Los federalistas consiguieron derrotar a los centralistas y en 1846 restablecieron la Constitución de 1824.
Para entonces ya era bastante claro que detrás de las etiquetas federalista y centralista se expresaban dos proyectos de país: uno liberal y otro conservador. La disputa sobre la forma de gobierno no volvió a plantearse seriamente después de 1847. Las diferencias entre liberales y conservadores fueron haciéndose cada vez más profundas e irreconciliables.
La Consolidación de la nación no se hace efectiva
El primer gran enfrentamiento entre ambos proyectos ocurrió entre 1853 y 1855. Antonio López de Santa Anna, quien durante años se había proclamado como centralista o federalista de acuerdo con las circunstancias, se comprometió con un programa político muy conservador. De esta forma se cerraba la primera mitad del siglo XIX. Treinta años atrás se pensaba que un sistema de gobierno adecuado ayudaría a resolver los problemas del país, pero ninguno de los grupos políticos pudo hacer efectiva esta idea.