El fin del Porfiriato llegó de forma abrupta, Porfirio Díaz y su gobierno estaban convencidos que tenían el completo control y creían que una revolución general era imposible.
El 16 de septiembre de 1910 el régimen de Díaz parecía haber llegado al cénit de su poder. En este día de fiesta, embajadores de todos los países del mundo participaron en las suntuosas ceremonias organizadas para conmemorar el centenario del día en que el cura Miguel Hidalgo proclamó la independencia de México en el pequeño pueblo de Dolores. Parecía que Díaz había superado la mayoría de las dificultades que le habían atormentado durante los dos años anteriores. No sólo Reyes había partido al exilio, sino que Francisco Madero, al menos a los ojos de las autoridades porfiristas, había sido eliminado como fuerza política relevante.
Antecedentes del fin del Porfiriato
El 5 de junio de 1910, poco antes de las elecciones, se había arrestado a Francisco Madero acusado de sedición. El 21 de junio se celebraron las elecciones en medio de masivas acusaciones de fraude por parte del Partido Antirreeleccionista. El gobierno declaró que la lista electoral de Díaz y Corral había resultado reelegida, y que ninguna candidatura de oposición había recibido suficientes votos como para ser miembros del Congreso. Se sofocaron algunas revueltas esporádicas a nivel local en Valladolid, en Yucatán, y en Veracruz, y el gobierno estaba convencido de que ahora tenía el completo control sobre la situación. Estaba tan confiado que el 22 de julio dejó a Madero libre bajo fianza. «Considero, como hacen la opinión pública y la prensa, que una revolución general es imposible» escribía a su gobierno con optimismo el enviado alemán en México, Karl Bünz, el 4 de diciembre de 1910.
Escape y levantamiento de Francisco Madero
El 6 de octubre, Madero había escapado de San Luis Potosí, donde estaba bajo fianza en espera de juicio, y desde San Antonio, Texas, anunció un programa bajo el nombre del plan de San Luis Potosí. Acusando a Díaz de haber llevado a cabo elecciones fraudulentas, Madero asumió el cargo de presidente provisional y convocó al pueblo a la revuelta el 20 de noviembre de 1910. Aunque su plan era de carácter esencialmente político, incluía una cláusula en que se prometía la devolución de las tierras injustamente confiscadas a las comunidades rurales.
Estallido de movimientos populares
La revuelta no se materializó en Coahuila, el estado natal de Madero en el que él había puesto todas sus esperanzas, y el intento de rebelión llevado a cabo por Aquiles Scrdán, el líder del Partido Antirreeleccionista en Puebla, fue aplastado por las autoridades porfiristas. Pero para sorpresa tanto de Díaz, que había tomado posesión el día 1 de diciembre, como de Madero, el movimiento popular estalló en las montañas del oeste de Chihuahua, y bajo la dirección de Pascual Orozco y Pancho Villa, los revolucionarios pronto se hicieron con el control de gran parte del estado.
El 14 de febrero de 1911, Madero cruzó la frontera y asumió el liderazgo de los revolucionarios de Chihuahua. Entre febrero y marzo las revueltas locales se empezaron a extender por todo México. Emiliano Zapata encabezó una rebelión campesina en Morelos, mientras Jesús Agustín Castro, Orestes Pereira y Calixto Contreras se levantaban en la Laguna. Se produjeron revueltas de menor envergadura por todo el país, y hacia el 21 de abril de 1911 la mayor parte del campo mexicano estaba en manos de los revolucionarios. En mayo los rebeldes conquistaron la primera gran ciudad, la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez.
Apoyo del gobierno Norteamericano
En marzo, el prestigio de la administración Díaz había sufrido un duro golpe cuando el presidente Taft movilizó a 20.000 hombres a lo largo de la frontera mexicano-norteamericana y envió barcos de guerra norteamericanos a los puertos mexicanos. Aunque el gobierno norteamericano afirmaba oficialmente que la movilización pretendía reforzar las leyes de neutralidad, era obvio que aquel no era un movimiento neutral. En México, la población se atemorizó ante la perspectiva de una intervención norteamericana, y aumentaron las presiones, incluso por parte de los colaboradores más cercanos a Díaz, en favor de su dimisión y de la firma de un compromiso con los revolucionarios.
Firma del Tratado de Ciudad Juárez
El 21 de mayo de 1911, Madero y el gobierno federal firmaron el tratado de Ciudad Juárez, que contemplaba la dimisión de Díaz y Corral antes de finales de mayo, y el nombramiento de Francisco León de la Barra, que no había participado en la Revolución, como presidente provisional. El gobierno provisional convocaría elecciones en octubre de 1911, y mientras tanto se disolvería el ejército revolucionario. Muchos seguidores de Madero se opusieron firmemente al tratado pensando que se renunciaba a una victoria inminente; sin embargo, Madero aceptó las condiciones y en los meses siguientes colaboró con el gobierno provisional para ponerlas en práctica, especialmente haciendo todo lo posible por lograr la disolución del ejército que le había proporcionado la victoria. Después de alguna vacilación, incluso respaldó los esfuerzos realizados por el gobierno provisional para desarmar por la fuerza a los revolucionarios de Morelos, encabezados por Emiliano Zapata. En muchas partes del país, los revolucionarios depusieron las armas pacíficamente, convencidos de que, una vez que Madero ocupara el cargo de presidente, se llevarían a cabo los cambios sociales por los que ellos habían luchado.
Francisco Madero es elegido presidente de México
El 15 de octubre de 1911, Madero fue elegido presidente por abrumadora mayoría en las elecciones probablemente más limpias que el país había tenido en toda su historia. Juró su cargo el 6 de noviembre de 1911 firmemente convencido de que la Revolución mexicana había concluido, habiendo cumplido, desde su punto de vista, sus objetivos.