Las expresiones artísticas novohispanas tuvo su impulso en la construcción de conventos que empezó en la segunda mitad del siglo XVI, cuando el proceso de evangelización llevaba varias décadas. Por esta razón no debemos ver estas obras como el punto desde el cual se impulsó la cristianización de la población indígena, sino más bien como un instrumento de los frailes para la consolidación de la nueva religión.
Construcción de conventos
Para los frailes, los conventos fueron verdaderas fortalezas. Y si observamos los construidos durante el siglo XVI en el centro de Nueva España, veremos que su parecido con los castillos medievales no es casual; desde su perspectiva, era la demostración de una lucha ganada en contra de Satanás.
La construcción de muchos conventos se realizó en zonas muy apartadas, donde no existían asentamientos de indios con población considerable. Esto enfrentó a los frailes con las autoridades civiles y las del clero secular, quienes criticaron el uso desmedido de la fuerza indígena. Detrás de estas críticas en realidad se escondía el temor de dichas autoridades a la poderosa influencia que los frailes ejercían sobre las poblaciones.
Creaciones artísticas
El Virreinato de Nueva España se distinguió por sus creaciones artísticas con elementos exclusivos y particulares. Esto ocurre en cada región y en cualquier época, pero las circunstancias en que se desarrolló el arte novohispano fueron muy especiales.
La pintura mural o los frescos fueron muy utilizados en los conventos. Según su propósito, hubo de dos tipos:
• los que se pintaron en los espacios reservados para los frailes con escenas para la meditación;
• y los que se hacían en lugares abiertos, como las capillas y las porterías, destinados a los fieles en general.
En estos últimos, las escenas pintadas tenían un propósito didáctico, pues los mesoamericanos poseían una cultura visual y los frailes reconocieron en ella un gran instrumento para la enseñanza. Los frescos aludían a la lucha entre el bien y el mal, los tormentos en el infierno y los distintos pecados condenados por el cristianismo, entre otros temas.
El sentimiento que generó esa situación fue de dependencia y, a la par, una necesidad de diferenciarse del mundo destacando la grandeza mexicana. Eso impulsó el ánimo creador, en especial en las actividades que no estaban tan sujetas a las leyes. Por medio de una expresión libre en música, literatura, pintura, arquitectura y escultura se crearon elementos singulares.
Arte Barroco
A mediados del siglo XVII, una corriente artística proveniente de Europa fue introducida en Nueva España, la cual se expresó con magnificencia y naturalidad: el barroco.
En el mundo novohispano, esta corriente no sólo se asentó con sus características artísticas, sino que fue parte de la realidad de estas tierras. De la misma forma en que el barroco fue adoptado en las iglesias a través de sus portadas y retablos como una excesiva expresión teatral, tanto los indios como los criollos mezclaron costumbres, tradiciones e historias. Se utilizaron colores brillantes, formas que daban a las obras movimientos, elementos y composiciones que por medio de la fantasía y el ingenio destacaban el carácter de este estilo artístico desarrollado por criollos, mestizos y pobladores originarios.
Unos y otros aportaron elementos distintivos.
El franciscano fray Pedro de Gante (1479-1572) escribió sobre cómo integrar a los indígenas a la religión cristiana de la siguiente manera: ‘mas por la gracia de Dios los empecé a conocer [a los indígenas], y entender sus condiciones y quilates, y cómo me debía haber con ellos, y es que toda su adoración de ellos a sus dioses era cantar y bailar delante de ellos; (…) y como vi esto y que todos sus cantares eran dedicados a sus dioses, compuse un cantar muy solemne sobre la ley de Dios y de la fe, cómo Dios se hizo hombre por salvar el linaje humano, y cómo nació de la Virgen María, quedando ella pura y entera’.
Arte Indocristiano
La cruz del atrio de la iglesia de Huichapan, Hidalgo, es uno de los ejemplos más claros del llamado arte indocristiano, o sea, una de las muchas mezclas artísticas y religiosas que se produjeron en Nueva España en los siglos XVI y XVII.
Una de las razones para llamar «indocristiano» este estilo es que resulta difícil saber si lo que está representado, y la manera en que está representado corresponde propiamente a la cosmovisión de los indígenas o de los españoles.
Cuando observamos las fachadas barrocas, las esculturas y las pinturas de la época, vemos tantos elementos que parecería que se quieren cubrir todos los espacios; para eso, los artistas se valieron de adornos, como frutas y tocados, en las representaciones de los ángeles, como en el templo de Santa María Tonantzintla. Así, de la mano de un nacionalismo incipiente existía una creatividad exuberante.